Texto áureo: Nm. 14
Lecturas para adultos en la semana:
Nm. 14; Sal. 49; Mr. 9.33-50; Lc. 9.1-27; Jn. 15; Col. 2.1-7
Descripción del tema:
1. Para ayudar a entender lo sucedido debemos preguntarnos cuál de las dos afirmaciones siguientes es más acorde a la realidad: “Yo sí puedo ganar” o “Yo no puedo ganar”. A simple vista “no puedo” suena más real, pues es verdad que sin Dios nada podemos hacer. Hay un principio para la persona de fe: ¡Todo lo que hacemos es gracias a Dios! Pero si analizamos más profundamente, el “sí puedo” es más exacto, porque si todo lo que logramos es un regalo de Dios entonces debemos entender que no existe límite alguno para lo que podemos hacer en Él. Si somos conscientes de que el Señor está delante de nosotros llevándonos a donde Él desea, entonces no existe motivo real en Su voluntad para el “no puedo”. Alguien decía en una ocasión: «No se te pide que termines el trabajo, pero sí que hagas tu mejor esfuerzo». Ese era el tipo de esfuerzo que Dios esperaba de los espías. ¿El trabajo parece imposible? ¿Piensas que no puedes hacerlo? ¡Eso es porque estás pensando en chico, en finito, en base a tu propio poder independiente al de Dios!
2. Desde el mismo comienzo la presión de traer un informe negativo afectó sutilmente la objetividad de diez de los doce espías (recuerde que eran líderes). Les hizo decidir no arriesgar su popularidad al intentar forzar una agenda contraria a lo que el pueblo deseaba. Hay una realidad social: Todos somos criaturas sociales que anhelamos aprobación y validación. Esto es algo que el mundo aprovecha muy bien para, a través de una relación de tensión por chantaje, ejercer presión sobre los hijos de Dios. Como consecuencia muchos prefieren no ponerse en una posición de crítica o frontal al resto en donde puedan ser atacados en su “status quo”. Cuando Josué y Caleb se levantaron frente al pánico de la nación y les dijeron: «No hay nada que temer, ¡vayamos!», el pueblo los llamó asesinos y hasta quisieron apedrearlos. ¿Quién desea ser llamado asesino en público y estar en ese peligro? Habría sido más fácil para ellos ponerse orejeras y despreocuparse de la situación, que enfrentarlos y tranquilizar al pueblo. Lo mismo sucede cuando las congregaciones, esperan que el mensajero llegue con un sermón que diga que no tienen que enfrentar sus realidades adversas, comenzando a ejercer presión para tratar de influir en sus atalayas para que el mensaje sea de más comodidad para ellos. La presión social crea una corriente subterránea que estará erosionando constantemente el entendimiento y el compromiso del mensajero acerca de lo que realmente es cierto y bueno para los oyentes.
3. Aunque usted se crea invulnerable a esta realidad debe entender que es muy fácil verse atrapado en esa corriente, pero esa seguridad puede convertirse ya en su primer estorbo[1]. Por ejemplo, sabemos que aprendiendo y conociendo de la Escritura, Dios hará prosperar nuestro camino. Es una promesa, pero en el fondo, ¿creemos que realmente será así? La sociedad constantemente nos estará diciendo que sólo los talentosos y los acreditados legalmente pueden convertirse en grandes hombres sociales, inclusive dentro del ministerio cristiano. Es así como lo primero deja de ser algo real para la mayoría de los creyentes acomodándose en seudo-ministerios, que se relacionan más con la inversión mínima o el menor riesgo que otra cosa. Esto sucede porque la sociedad es la encargada de transmitir ese mensaje que silencia la promesa para algunos, convirtiéndolos en víctimas de esas corrientes subterráneas y perdiendo aquel deseo de fidelidad en la promesa que alguna vez sintieron. El primer paso para ganar la batalla contra la presión social es reconocer lo poderosa que es, pues si no es valorada la necesidad de luchar menos la habrá de resistir sus corrientes. Luego, hay que esforzarse por lograr claridad para saber lo que es verdadero y lo que es falso, con la misma claridad con que sabemos cuántos pies tenemos. Paralelo a esto se debe tener claridad también con respecto a nuestras convicciones fundamentales, y la única forma de que estas sean confiables es que estén ancladas en la Escritura. Por último, se ha de aprovechar el poder de la misma presión social para enfocarla hacía el bien. Alguien dijo en una ocasión: «Uno debería asociarse con los rectos y estar constantemente en compañía de los sabios para aprender de sus acciones; uno debería mantenerse alejado de los malvados que caminan por la oscuridad para no aprender de sus acciones». La mejor compañía que se puede tener comienza en Dios a través de su Espíritu Santo y continúa creando alianzas con compañeros de fe ungidos por Él.
4. Diez de los espías no solo cometieron el error de opinar según sus razonamientos acerca de lo que vieron, sino que llenaron al pueblo de la duda y es por eso que Dios los sentencia al instante. Para el Señor no solo es importante el respeto que se le tiene a Él, sino también a su pueblo. Cualquiera que trae división o es piedra de tropiezo para un hijo de Dios debe saber que su sentencia será devastadora. Con sus actitudes desmoralizaron al pueblo y pusieron a Dios como mentiroso.
5. Un mal muy grande es la testarudez. Hay personas que no aceptan un regaño porque ven a la otra parte como un enemigo, sin entender que el regaño viene la mayoría de las veces de alguien que le ama, alguien que está dispuesto a asumir el riesgo de ser maltratado por ayudarle. El pensamiento moderno ha creado un rechazo al regaño que ha llegado a justificar aquella tendencia anti-regaño ya propia del ser humano. La verdadera razón del rechazo al regaño está en la sobrevaloración del ego, en el temor a la crítica, en la falta de humildad, la testarudez, la necedad, etc. Como aquel apóstol, esta actitud es solo ir en contra de un aguijón.
Preguntas:
a) ¿Por qué cree usted que es tan importante conocer la Escritura para resistir a las corrientes de este mundo?
b) ¿Por qué cree usted que es tan importante el consuelo del Espíritu Santo para resistir a las corrientes de este mundo?
c) ¿Por qué cree usted que es tan importante el compañerismo con hermanos que viven en santidad para resistir a las corrientes de este mundo?
[1] 1 Co. 10.12