Porción 128

Texto áureo: Deuteronomio 20
Lecturas para adultos en la semana

Día 1 Deuteronomio 20

Día 2 Salmo 6

Día 3 Probervio 27-28

Día 4 Jeremias 31-32

Día 5 1ªCorintios 3

Día 6 1ªCorintios 11:1-16

I- La actitud ante la batalla.

Dt 20:1 habla de no tener miedo. ¿Cómo puede esperarse alcanzar un nivel tan alto de espiritualidad al punto de no temer cuando, por ejemplo, se va a la guerra? En esta porción Dios ordena a no temer ante una batalla inminente, y todo creyente debería ser capaz de cumplir con esto. De forma general aquí, Dios provee importantes pistas sobre el cómo lograr dominar al “temor” y evitar todo tipo de miedos para así poder alcanzar la perfección.

Si las promesas o las conquistas que Dios da son santas y perfectas, entonces nuestras vidas deben estar a la altura de ellas. Y para eso Dios nos da la oportunidad de comportarnos con la esperanza de que Él domina todo antes de enfrentar cualquier batalla. La persona que no confía, es porque cree que las promesas de Dios no se cumplen siempre, y además de eso llega a justificar el mal para no verse envuelto en la batalla, de seguro le vendrá una sentencia contraria a lo prometido.

II- Lo especial de los mandamientos.

Algo que traen los mandamientos implícitamente es que dentro de cada uno de ellos hay un principio oculto, un concepto que guía y que a su vez permite cumplir en muchas más situaciones que las mencionadas directamente en él. E inclusive, algunos mandamientos parecen estar dirigidos a ciertas personas o épocas específicas. Esto ha traído confusión a varios teólogos al pensar que pudieran perder valor o significado en otro contexto. Por ejemplo, unos mandamientos parecen ser para los sacerdotes, otros para las mujeres, otros para los granjeros o que se aplican sólo en la tierra de Israel, otros para cuando se estuviera en el templo, etc.

¿Por qué Dios se refiere a ellos como si se pudieran cumplir todos siempre? Como hemos dicho la respuesta se encuentra en los principios o esencia que cada uno trae implícito.

En esta porción encontramos uno muy curioso en Dt 20:19. Éste prohíbe talar un árbol frutal durante una guerra. ¿Pero si no hay guerra y no se necesita talar un árbol frutal al rodear una ciudad, esto no parece sin sentido? Como dijimos, se debe entender que Dios enseña algo más allá de lo que se ve explícitamente: “Hay que aprender a valorar las cosas que brindan beneficios”. Un árbol frutal beneficia a muchas personas, no debería destruirse a menos que se tenga una muy buena razón. Si este principio lo llevamos un poco más allá, podemos aprender que se debe tener cuidado de no desperdiciar cualquiera de los recursos que nos rodean.

Veamos otro ejemplo que ayudará a entender cómo se cumple con este mandamiento aun cuando no estén las condiciones literales en que se debe cumplir: ¿Si alguien compra un caramelo por qué va a necesitar pedir una bolsa de nylon para llevarlo? ¿A caso no lo puede llevar en la mano? La sociedad en que vivimos, donde todo es “desechable”, parece haber generado una personalidad de irresponsabilidad con el entorno, que de forma sutil lucha por alejarnos de Dios. O sea: «Todo me es lícito, pero no todo conviene; todo me es lícito, pero no todo edifica»[1].

III- La buena influencia.

Dt. 20.8 ordena a todo el que teme ir a la guerra a no ir al campo de batalla, pues pudiera estar influenciando negativamente con su comportamiento a sus compañeros. Los demás al ver su temor pudieran llegar a sentirlo ellos mismos, algo que obviamente terminará siendo perjudicial para todos, aun para los valientes.

Algunos pudieran preguntarse: ¿Por qué se es condenado por la influencia de sus acciones en los demás? ¿Por qué sufrir cuando los demás le imiten negativamente? Se debe entender que nuestras acciones no ocurren en una burbuja, siempre hay alguien observándolas. Se debe estar conscientes del efecto de nuestras acciones sobre los demás, incluso cuando no nos comunicamos directamente con ellos para hacerlo.

Se debe tratar de ser influencia para lo contrario, por ejemplo: Quien llega siempre puntual al servicio puede influenciar a sus amigos a hacer lo mismo; quien trabaja todo el día, pero todos los días destina una cantidad de tiempo fijo al estudio. Ellos son un ejemplo para quienes no encuentran el tiempo para esto; quien se cuida de chismear muestra, con su sola presencia, que cometer ese error es dañino para quienes le rodean.

IV- Hacer sin hacer tropezar.

En Dt 8 se encuentra también una verdad implícita y es que existen dos grupos de personas en el mundo:

(1) Las que hacen, porque todo les importa.

(2) Las que desvalorizan a los que hacen, porque lo único que les importa es destruir a aquellos que sí les importa.

Se debe entender que, si no se quiere ser parte de la solución por lo menos no se debe ser parte del problema. Si alguien decidió no dejar huellas en la arena del tiempo, no es razón para echar por tierra el esfuerzo de los demás.

Debemos observar y apoyar a aquellos que Dios está usando en un liderazgo específico en la congregación y la sociedad, en vez de estar todo el tiempo buscando los detalles de aquello en que pudiera estar errado.

Preguntas:

1.- ¿Cómo se puede balancear el no temer con el sí temer? (Pr 28:14)

2.- ¿Qué otro mandamiento ve usted aquí que no se pueda cumplir literalmente, pero su principio sí permite que se pueda obedecer?

3.- Mencione a su grupo de estudio algún ministerio en su iglesia local que usted apoya 100%, aunque no pertenezca a él y cómo lo logra hacer.

 

[1] 1 Co 10:23.

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