Porción 107

Texto Ôureo: Números 32
Lecturas para adultos en la semana

DĆ­a 1 NĆŗmeros 32

DĆ­a 2 Esdras 9-10

DĆ­a 3 Hechos 2:36-47

DĆ­a 4 Romanos 12

DĆ­a 5 1ĀŖCorintios 1:1-17

DĆ­a 6 Apocalipsis 4

I. El concepto: Pueblo de Dios.

En los preparativos finales de la conquista de la tierra prometida dos tribus ya habían prosperado lo suficiente, la de Rubén y la de Gad, como para necesitar de buenas tierras, por lo que pidieron a Moisés asentarse del otro lado del JordÔn, donde era «tierra para ganado» porque sus «súbditos tenían ganado». La respuesta de Moisés trasciende e impacta a través de los siglos: «¿Acaso sus hermanos irÔn a la batalla y ustedes se asentarÔn aquí?».

El pueblo de Dios es una familia, si alguno se duele todos sienten el mismo dolor; si alguno estĆ” necesitado, todos sienten la misma necesidad. El corazón de cada hermano debe latir junto al corazón del resto de la iglesia. La pregunta de MoisĆ©s nos habla a todos hoy: ĀæEs posible que estĆ©s comprando joyas mientras tu hermano no puede pagar la renta? ĀæPuede ser que te vayas de vacaciones mientras tu hermano estĆ” sólo en una cama de hospital? ĀæEs posible que celebres en tu mesa festiva mientras tu hermano estĆ” solo? ĀæEs posible…? ĀæEs posible…? Como alguien decĆ­a en una ocasión: Ā«No puede haber un hijo de Dios contento mientras su hermano inmediato estĆ© pasando una crisisĀ».

Cuando alguien no es capaz de sentir por su hermano de promesa, simplemente es porque Ʃl mismo no se encuentra en la promesa. Es imposible sentir por alguien con quien no se estƔ conectado.

Los de Rubén y los de Gad se dieron cuenta de lo que podía ser malo para la nación y de inmediato aseguraron que ellos se unirían a sus hermanos en la batalla. La corrección de Moisés una vez mÔs tuvo un buen efecto, pues a pesar de la palabra de ellos él les dejó claro que no tendrían el territorio hasta que terminara toda la conquista. No basta con tener intenciones para con los hermanos de la familia de Dios, hay que cerciorarse de que estas se hagan realidad.

Por otra parte, la iglesia debe aprender que somos un solo pueblo, que podemos tener diferencias, pero no dejamos de ser un solo y único pueblo de Dios. Podemos ser bautistas, metodistas, presbiterianos, pentecostales, mesiÔnicos, etc., pero por encima de todas las diferencias estÔ la naturaleza de haber sido hechos hijos de Dios. No es eliminar las diferencias, a menos que entendamos como correcto lo contrario, sino defender las diferencias sin pecar o actuar contra el hermano.

Preguntas:

1.- Analice la congregación en que usted se encuentra y busque a quién de sus hermanos pudiera auxiliar. Sin decir a nadie del grupo, solo tome la decisión de actuar.
2.- ¿Qué ideas pudiera sugerir en su iglesia para que pueda proyectarse mÔs efectivamente en beneficio de sus miembros con escasez real?

3.- Si alguien se siente humillado cuando se le ayuda, ¿cómo resolvería usted esta situación para no dejar de ayudarle?

4.- ¿Cómo pudiera usted acompañar en sus batallas a aquellos que se encuentran en el ministerio de su iglesia local?

 

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