Porción 116

Texto áureo: Deuteronomio 10
Lecturas para adultos en la semana

Día 1 Deuteronomio 10

Día 2 2 Samuel 7-9

Día 3 Salmo 54-56

Día 4 Isaias 34

Día 5 Lucas 11:1-26

Día 6 Hebreos 10:26-39.

I- El temor no es tan malo.

Al mirar las sentencias divinas en la Torá pudiéramos llegar a una conclusión errada como mismo les pasó a los gnósticos en los primeros siglos después del nacimiento del Mesías, cuando pensaron que el Dios creador era diferente a Jesús. Para muchos de ellos, el primero era severo y malo, mientras el segundo era perdonador y bueno. Ellos no entendieron la enseñanza revelada en la Escritura. Se debe entender que en Dios hay un equilibrio total entre Su severidad y Su amor.

Por eso Dt 10:12 brinda una realidad que muchas veces desconocemos: El temor ayuda a tener claridad. Por ejemplo, cuando alguien atraviesa un peligro inminente a su vida no va a estar pensando en la hipoteca de su casa o en un goteo en su baño; ese momento de tensión le hace olvidar todas las preocupaciones pequeñas despertándolo y enfocándolo hacía la grandeza de estar vivo. El miedo presenta ante el hombre las reales consecuencias que están en juego en su vida, dándole a cada segundo muchísimo sentido.

Ante el temor al castigo se puede vivir con lucidez a las consecuencias inevitables de una trasgresión. Ante el peligro del castigo cada paso es dado con gran cuidado y cautela, mucho más cuando incluye el temor a perder las recompensas resultantes de una vida en santidad.

Entonces ante esta realidad también pueden surgir otras preguntas: ¿Por qué Dios pudiera querer que le temamos? ¿Es sólo búsqueda de poder? ¿Él se siente bien si solo le tememos? La respuesta se encuentra en la misma etimología hebrea de la palabra ‘temor’, que se conecta directamente con ‘ver’ en su raíz (ירא). De ahí la frase hebrea: «No temes aquello que no ves». La palabra “temor” se entendería más correctamente como “consciencia de las consecuencias” o “reconocer la realidad de una situación”. Dios quiere que nos enfrentemos a la realidad que traen las consecuencias de nuestras acciones. Como alguien dijo graciosamente en un aeropuerto: «Escóndete de la realidad y perderás el avión». Puede que la persona cree una hermosa ilusión para justificar sus errores y esconderse de las consecuencias, pero cuando las “burbujas” revienten nada quedará para cubrirlo, solo una horrenda expectativa de sentencia.

II- Edificando al extranjero.

La porción habla también de los extranjeros dentro de Israel. ¿Quiénes son estos que vivían en Israel? Muchos que salieron de Egipto o que luego se fueron sumando. El título “converso” era para aquellos que deseaban mostrar su amor a Dios, ser parte del pacto y disfrutar de la bendición junto a la nación de Israel. Igualmente, hoy existen “conversos” cada día que se suman al pueblo de Dios.

Por un lado, aquellos que se encuentran en proceso de aceptar el evangelio con todo lo que esto implica y, por otro, aquellos recién iniciados en la fe que todavía lidian con dudas o consecuencias visibles de su vida pasada, y aunque para muchos pueda ser una sorpresa también tenemos a los que nacen cada día en hogares de creyentes que son salvos en su inocencia y niñez, pero que un día precisarán tomar decisiones para con el Señor y nacer también del Espíritu.

Se debe entender que, en cualquiera de los casos, se cuenta con un estatus especial en el pueblo de Dios, ya que ellos se encuentran viviendo en el tránsito de abandonar su entorno pecaminoso para unirse a la congregación de los hijos de Dios. La Biblia está llena de casos como estos, desde Abraham hasta el más insignificante de los que aceptaron la predicación apostólica. Dios mismo protege de forma directa a los “conversos” y eso lo sabemos porque todos hemos pasado por ahí, aun aquellos «descarriados» que nacen en nuestros hogares, por eso les recuerda en la porción: «porque ustedes fueron extranjeros en la tierra de Egipto».

Tal como Dios hizo con nosotros en nuestros inicios en la fe, que nos rescató y protegió del pecado, así mismo hará con todo aquel que se acerca a Él. Recuerde que al final de todo análisis fuimos comprados por un mismo precio desde antes de la fundación del mundo.

III- El Dios que no cambia su propósito.

¿Podemos comprar a Dios? ¿Podemos persuadirlo o manipularlo con contribuciones monetarias hacia nuestras causas? Un versículo de esta porción responde directamente a estas preguntas: Dt 10:17.

A la mente humana le resulta difícil imaginar al Ser que no necesita de nada, pues todo lo que le rodea siempre necesita de algo. Se debe entender que, aunque nada a nuestro alrededor tenga esta característica sí existe un Ser al que no se puede manipular por ninguna vía. La voluntad de nuestro Creador no tiene un precio.

A la luz de esto la pregunta debe cambiar un poco: ¿Qué puede darle un ser limitado (el hombre) a un Dios así? ¡Nada! Por eso lo mejor es confiar en que Él hace lo que en su designio eterno considera bueno para toda su creación. Se debe entender que el mundo espiritual funciona de forma diferente al nuestro, pero también lo hace de una manera simple para que no nos compliquemos. Esta manera simple es: Se recompensa por los buenos actos y se castiga por los malos.

No se puede hacer un arreglo con Dios en cuanto a esto, pero Él es tan especial que siempre está dispuesto a perdonar y a aceptar el arrepentimiento. Dios nos alienta a asociarnos a Él, porque eso es un comportamiento moral, amable, justo y bueno. Dios no puede ser sobornado, porque Él ama y es su propósito invariable tener hijos que estén dispuestos a llenar este mundo de Su santidad. Cuanto más adoptemos y reflejemos el comportamiento de Dios, cuanto más generosos y comprensivos seamos, más santidad habrá en el mundo. Eso sin dudas no es un objetivo trivial y, por tanto, nunca será cambiado por Él.

[1] Hb 12:28-29.

[2] Es probable que algunos, al oír la palabra “temor”, piensen en aquel texto que dice: «En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor; porque el temor lleva en sí castigo. De donde el que teme, no ha sido perfeccionado en el amor.» (1Jn 4:18). Pero en este texto no se señala al temor como malo, sino al que se queda en esa perspectiva de temor y no ve el beneficio que produce Dios en nosotros; es eso el amor.

[3] Ef 1:3-14.

Preguntas:

1.- Según esta porción, ¿la circuncisión del corazón implicaba la incircuncisión física? ¿Por qué?

2.- ¿Cree usted que Jesús usó sentencias fuertes contra lo mal hecho? Si es así, cite algunas.

3.- ¿Cuáles considera usted que son las necesidades más eminentes en forma general que tienen los conversos? ¿Cómo pudiera la iglesia tratar un plan para cubrir las que estén a su alcance?

4.- Si un hermano de su congregación le confiesa un pecado cometido, ¿cuál sería su primera recomendación y por qué?

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