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Porción 121

Texto áureo: Deuteronomio 14:22-29
Lecturas para adultos en la semana

Día 1 Deuteronomio 14:22-29

Día 2 Mateo 7

Día 3 Mateo 17:14-27

Día 4 Mateo 22:15-22

Día 5 Marcos 12:1-27

Día 6 1ªCorintios 16.

I- El diezmo y la dignidad.

El diezmo es un tema muy usado en los debates de hoy por dos razones principales, que son consecuencia del mal uso que muchos hacen de este concepto. Por un lado, están los que consideran que es un mandamiento que continúa vigente y, por otro, los que consideran que no es.

Para abordar el tema se debe comenzar por establecer una realidad: Dios no necesita el dinero de ningún ser humano, Él es suficiente para suplir todo para Sí y para su pueblo[1]. Él es eterno y dueño de todo, Él no es un mendigo que necesita de las monedas que seres limitados deseamos dar como consecuencia de nuestra benevolencia.

La pregunta en donde se debe comenzar y que se desprende como consecuencia de esa realidad es: ¿Para quién es necesario el diezmo? Interesantemente, hay una realidad: El diezmo que Dios pide siempre fue necesario para el que lo da (el hombre) y no para el que lo recibe (Dios). Tal vez, inclusive, se deba mirar de otra manera: Dios da el 100% de todo lo que tiene el ser humano, le permite quedarse con el 90% y le pide se le devuelva el 10%, como un acto de fe, amor y reciprocidad.

A pesar de que este análisis pude responder muchas preguntas, pudiera también surgir otra pregunta partir de él: ¿En qué beneficia al hombre dar el diezmo a Dios? Apartándonos del hecho de que si se está devolviendo el 10% entonces no se le está donando nada, sino que más bien quedarse con esa parte de sería un robo, como Él reclamó a través del profeta Malaquías (Mal 3:8). Se debe decir que el hombre es beneficiado en algo muy importante para él: su dignidad.

Dignidad es la cualidad del que se hace valer como persona, porque entiende que merece respeto. Y a partir de ahí se comporta, en primera instancia, responsablemente, con seriedad y respeto hacia sí mismo y hacia los demás. Y, por último, es capaz también a partir de su dignidad de no permitir que lo humillen ni degraden[2].

Entonces no es difícil entender que Dios es el primer interesado en desarrollar en el hombre su dignidad y para esto le da responsabilidades que le permiten contribuir junto a Él en los propósitos para los cuales este mundo fue creado.

II- Tipos de Diezmos.

Tristemente el debate que hay sobre el diezmo ha empujado los argumentos a mirar solo un tipo de Diezmo. Por un lado, están los que va a un extremo y afirman que el diezmo es solo la décima parte de lo cosechado o del ganado, y también los que en el otro extremo consideran que ya ese tiempo terminó y solo se habla del 10% del salario.

Esta porción y la siguiente aclaran un poco acerca de esto y presenta tres tipos de diezmos:

(1) El usado para visitar e invertirlo en el templo.

(2) El sacado de todo lo que se cosechaba o ganaba.

(3) El que se daba cada siete años a los pobres.

El v.25 específicamente amplía el concepto de diezmo que era sobre los alimentos que se comerían en las peregrinaciones al lugar donde estuviera el tabernáculo (y luego el templo), y también sobre el dinero o costo de esos alimentos que serían entregado cuando fuere la oportunidad de estar en el santuario para adorar.

III- Dios regaló el vino.

Un texto contradictorio para muchos hoy, como consecuencia de un mal enfoque en cuanto a las bebidas que contienen alcohol, se encuentra en el v.26. Algunos interpretan (porque no hay prueba documentada para esto) que el vino en aquel tiempo era una especie de jugo sin alcohol, sino más bien todo lo contrario. Con esta conclusión quitan el problema que trae la consecuencia de un uso desmedido de esta bebida. De esta manera no hay necesidad de prohibirlo como se hizo en un tiempo, sino que queda desmeritado cualquier debate. Sin embargo, algunos textos contradicen cualquier manipulación de los idiomas bíblicos en este sentido: 1Sam 25:37; 2Sam 13:28; Ef 5:18; Ap 17:2; entre otros más. E inclusive la Biblia enseña cuál es el buen vino: Aquel que «alegra el corazón del hombre»[3].

Paralelo a esto debemos recordar que Jesús en las bodas de Caná hizo el mejor vino, o sea que a la luz de lo anterior y en la opinión de los que sabían del tema en aquel entonces, era el que más podía “alegrar” al hombre.

En esta porción Moisés va un poco más allá de solo vino, diciendo literalmente: «vino y de bebida fermentada más fuerte en alcohol», lo que muestra que Dios nunca prohibió eso, sin embargo sí prohibió que la persona tomase alguna bebida alcohólica desmedidamente, al punto de que le hiciera perder el control de sí mismo.

Ante una situación como ésta de embriaguez (que aparece con la simple pérdida de control de sí mismo, aun sin haber llegado a un estado de inconsciencia), el creyente debe pedir perdón a Dios y a los que de alguna manera han sido afectados por esta conducta desmedida y trabajar en lograr el control (dominio propio) sobre esta debilidad.

También se debe entender que Dios no ordena el tomar bebidas alcohólicas, sino que está diciendo que es “permitido” y esto únicamente si tiene control sobre la bebida. Por eso si alguien considera que beber alguna sustancia alcohólica le hace daño, e inclusive al extremo que otros beban delante de él (tal vez por una vida alcohólica pasada), debe abstenerse hasta tanto tenga el dominio propio para controlarse de no caer en el descontrol. Paralelo a esto, aquellos que sí tienen el control sobre el alcohol deben ayudar a los más débiles para no serles de piedra de tropiezo, absteniéndose de tales bebidas en caso de que lo sea[4], y al hacerlo debe abstenerse él de emitir juicio sobre los demás[5].

También es bueno dejar claro que, aunque el vino alegra el corazón del hombre, los que hemos creído en el Mesías, recibido la regeneración de nuestro espíritu y caminamos apartados para Él, no tomamos esta bebida con el propósito de buscar la plenitud del contentamiento; pues sabemos que la alegría plena del corazón es únicamente a través de la llenura en el Espíritu Santo[6]. Es así como el vino deja de tener el centro para amenizar cualquier fiesta o tiempo de dispersión y se convierte en centro de un simbolismo más profundo y significativo: La acción salvífica del Mesías sobre nosotros.

De esta manera el vino adquiere su mayor propósito y por el cual Dios lo regaló al hombre, que queda claro y cumplida en aquella acción de gracias de la iglesia en tiempos apostólicos que nos llega a través de la Didajé: «Gracias Padre nuestro, por la santa vid de David tu siervo, la cual nos has dado a conocer por medio de tu hijo Yeshúa.»[7].

Preguntas:

1.- ¿Por qué considera usted que Dios exige el diezmo?

2.- ¿Qué beneficio puede tener esta exigencia para el hombre?

3.- ¿Cómo le explicaría usted a alguien que le cuestione acerca de sus diezmos al Señor?

4.- Si un hermano exalcohólico le cuenta de su debilidad todavía al respecto, ¿cómo le aconsejaría usted y le ayudaría?

 

[1] Mt 17:27.

[2] Diccionario general de la lengua española, Luria L. Cayuela, VOX.

[3] Sal 104:15.

[4] 1 Co 8:13.

[5] Ro 14:1-15:6.

[6] Ef.5:18.

[7] Didajé, la mishná de los apóstoles, del propio autor (ISBN-13:9798463863423, KDP).

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