Una clase para adultos (mayores de 18).

    Alguien decía en una ocasión: «La educación es hacer la vida más agradable a los demás.». Realmente, las clases para adultos se vuelven tedios porque, tratando de hacer más amenas las clases, se ha sacrificado el contenido. No hemos entendido que el asunto se encuentra en la forma y no en el contenido a enseñar. Una clase DIC-DAC se caracteriza por lograr traer contenido profundo y definitorio para la iglesia en una forma que el adulto a su vez la pueda disfrutar.

No es menos cierto que la mayoría de ellos están frustrados como resultado del sistema educativo secular. Por eso la enseñanza para adultos debe enfocarse en dos direcciones que influyan en resultados diferentes:

(1) Romper con la frustración y malformación con que llegan los adultos a la iglesia.

(2) Lograr que disfruten lo que están aprendiendo para que la asimilación y aplicación del contenido sea mejor.

    Algo muy importante es que el proceso de aprendizaje debe estar caracterizado por un diálogo entre maestros y alumnos, donde todos están aprendiendo y enseñando al mismo tiempo. El maestro no solo debe llevar contenido a los alumnos que estos no saben o dominan, sino que debe ser un catalizador que mejora la comprensión de todos. El buen profesor, en este sentido, no es el que todo lo sabe, sino aquel que tiene conciencia de qué cosa sabe y qué no sabe. Y aunque sus alumnos no tienen que saber lo que él no sabe, aunque a veces sí puede pasar, el buen maestro debe estar dispuesto a decir: «¡No lo sé y estoy dispuesto a buscarlo!». Es cierto que hay personas que tienen un buen conocimiento especializado, pero no son buenos maestros. Para esto hay que practicar el arte de enseñar, es aprender a qué hacer y qué no en un aula para que los discípulos sean mejores “discípulos”.

    El aula bajo la perspectiva de DIC-DAC es un sistema adaptativo complejo, o sea que está compuesto por múltiples elementos. Para empezar, está compuesto de personas que son seres complejos con diferentes formaciones e intereses. Por otra parte, los temas a aprender son mucho más complejos que los individuos porque vienen de la mente de Dios. Esto produce innumerables puntos de interacción entre sí con acciones particulares cada día. El maestro debe estar abierto a la creatividad y a la innovación en colaboración con otros maestros y con sus alumnos. Debe estar dispuesto a eliminar todo lo que sea contraproducente al beneficio del discipulado e incorporar todo lo que pueda desarrollarlo. Y esto siempre involucrando a los discípulos en la estructuración de su estrategia de clases.

    El desafío es imaginar cómo pudiera ser su aula para que fuera mejor para sus discípulos y para ellos mismos como maestros, donde se pueda cultivar el apetito por el aprendizaje y saciarlo adecuadamente.

    Consejos para tutores y supervisores de adultos:

  • Recuerde entregar a los discípulos los textos para leer en la semana que le prepararán para la siguiente clase (hay un texto para cada día de la semana, pero como el septimo es de servicio, por eso encontrará solo 6).
  • Cree un espacio en el local para que todo el que no llegó a tiempo para orar tenga este tiempo antes de incorporarse. Y dé la libertad para si alguien siente necesidad de orar durante la clase lo pueda hacer.
  • No trate de enfocarse en profundizar en todos los puntos que aparecen en cada porción, sino en los que considere más importantes. Al retornar a este tema en tres años se podrá ampliar en aquel que no se pudo profundizar.
  • Trate de que su horario de clase sea flexible, por más de los tradicionales 45 minutos, para aquellos que desean llegar a tiempo, y también para los que justificadamente no puedan hacerlo tengan así la misma posibilidad.
  • Cree pequeños grupos para que puedan debatir y compartir cómo les fue en la semana con el tema en cuestión.
  • Use las preguntas que aparecen en cada tema para lograr el debate, para proyectar investigaciones por grupos o para ser usadas en diferentes métodos como los presentados en el Libro VI de DAC: STAD, TGT o Pitpul.
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