Una Dedicación que quedó para la historia.
La fiesta de Janucá también conocida como la celebración de la Dedicación o de las Luces es una solemnidad diseñada por los líderes de judíos, cien años antes de Jesús, para conmemorar y recordar el protagonismo divino en la preservación de su pueblo contra la opresión del rey griego seléucida Antíoco IV Epífanes. Como parte de los artículos de esta serie sobre Janucá veamos los antecedentes históricos que le dieron origen:
Desde mucho antes y también después del paso de Alejandro Magno por Judea, las relaciones entre griegos e israelíes era buena, porque inclusive entre los valores asumidos por su estrategia de imperio expansionista no se encontraba el exterminar a otra cultura o pueblo. Ellos solamente exigían a las naciones conquistadas su anexión al imperio. A estos pueblos no era difícil imponerles la cultura porque después que terminaba la guerra al ser paganos veían a los griegos y sus dioses como superiores. ¿Entonces de dónde vino todo este odio de Antíoco contra la cultura hebraica? El asunto radicaba que en todas las naciones conquistadas por ellos su anexión se basaba en un intercambio de culturas y religiones, o sea Grecia daba imágenes de sus dioses y su cosmovisión de la vida, mientras cada nación le daba también sus imágenes y su cosmovisión. De ahí la importancia del famoso Panteón de Atenas. ¿Pero, qué pasó al llegar a los judíos que eran monoteístas y su Dios no es un ídolo que se pueda intercambiar? Simple, Antíoco no sabía qué hacer con un pueblo así, porque ni siquiera pensaba que realmente existiera un pueblo así. La disonancia cognitiva le dio tan fuerte que entonces optó por una única solución: Exterminar toda esa cultura de la faz de la tierra e imponer militarmente su helenización.
Él prohibió la circuncisión, el estudio y la enseñanza de la Biblia, el descanso en shabat, la sola mención de Dios y la adoración en el templo. Para esto no solo emitió edictos, sino que profanando el propio templo alcanzando con esto su punto álgido de descontento social en la región. Mientras prohibía solo detalles de la adoración las personas se dedicaban a continuar practicando su vida cotidiana de forma encubierta para no ser detectados por los soldados griegos, o de aquellos judíos helenizados (perspectiva que luego conformó saduceísmo) que por cuidar su estatus quo colaboraban con los griegos. Pero al llegar el momento de empezar a imponer sus deidades a los judíos Antíoco profanó el templo con fin de convertirlo en la cede en Judea de su culto, para esto sacrificó un cerdo en el mismísimo altar a Zeus Olímpico, hecho que disparó la mecha de una sublevación de los judíos a tal escala que no solo logró derrotarlo sino también independizarlos de ellos hasta la llegada de los romanos.
La revuelta fue protagonizada por una familia apodada los Macabeos que lideró la resistencia. Todo comenzó cuando Matatias ben Joarib, que era un sacerdote del templo y a la vez muy piadoso (perspectiva esta última que luego conformó el fariseísmo), en un pequeño pueblo llamado Modi´im no pudo continuar con la hipocresía de sobrellevar la situación y viendo el peligro inminente de la ofensa mató al vocero griego, increíblemente judío, cuando traía el edicto el rey para también sacrificar un cerdo allí. A partir de ese momento sus hijos, liderados por el mayor de ellos Judas quien se ganó por su forma de pelear el apodo del Macabeo que significa ‘martillos’, organizaron una guerrilla muy exitosa a la que se le sumó la mayoría de la población judía. Y aunque eran mucha la desproporción entre ambos ejércitos (10 griegos por cada judío), cosa que evidenciaba que la lucha estaba destinada al fracaso a menos que Dios les diera la victoria. Así que después de varias batallas, finalmente las fuerzas del rey Antíoco fueron expulsadas de la zona y lograron la increíble liberación de Jerusalén y de toda Judea en el año 165 a.C.
Tras la victoria de los judíos liderados por los macabeos, y con plena certidumbre que Dios les había dado el triunfo, entraron triunfantes en Jerusalén. Entonces se dispusieron a reanudar el servicio del templo, pero precisaban hacer toda la Dedicación de éste (janucá). Así que realizaron una limpieza ritual de todo el edificio y restablecieron las órdenes sacerdotales y sus turnos. Pero ocurrió algo que marcó el punto central de la futura celebración de Janucá. Ellos encontraron que la Menorá (candelabro de siete luces) que se encontraba dentro del Lugar Santo del templo estaba apagada y debía ser encendida. El problema con esto era que la ley exigía que una vez prendidas las luces no se podían apagar, ni siquiera para volverlas a encender, y sólo había aceite suficiente para que permaneciera encendida durante un día, cuando la elaboración de ese combustible necesitaba ocho días para estar listo. Ellos prefirieron obedecer el mandato de encenderla y que entonces cuando se apagara que fuera por sí sola eso los eximiría de una violación del mandamiento. Mientras tanto pusieron a los más experimentados a producir el aceite.
Sin embargo, ocurrió un milagro que marcó a toda la nación. Mientras todos permanecían pendientes al momento en que se apagara para orar y ayunar con gran súplica y lamento ante Dios, y que esto sirviera de testimonio que aquella no era su intención, la pequeña cantidad de aceite continuó ardiendo milagrosamente. Cada día el pueblo cantaba, se regocijaba y alababa a Dios mientras las luces no se apagaban. Era como un suspenso de la vida real. Por un lado, la expectativa de estar listos para clamar a Dios si se apagaban las luces, por otro la alegría y la sorpresa de que no se apagaban. De ahí que, para conmemorar este milagro con una nueva celebración no fuese algo muy difícil para los macabeos instituirla, porque cada año esa misma generación fue esperando, celebrando y transmitiendo a las otras generaciones aquel tremendo evento.
El libro de Primera de Macabeos nos cuenta: «Durante ocho días celebraron la dedicación del altar… Entonces Judas y sus hermanos y toda la iglesia de Israel, decidieron que la Dedicación del altar se debía celebrar cada año con gozo y alegría durante ocho días, a partir del día veinticinco del mes de kislev» (1 Macabeos 4:56-59), y en el segundo también dice: «lo celebraron con mucha alegría durante ocho días, a la manera de la fiesta de los Tabernáculos… toda la iglesia aprobó y publicó un decreto en el que se ordenaba que todo el pueblo judío celebrara cada año estos días de fiesta» (2 Macabeos 10:6-8).
Aunque esta es la historia general hubo otros eventos que marcaron aquel momento, y todos juntos se fueron agrupando y conformando un conjunto de significados para la nueva celebración de Janucá. Pero hablaremos de estos en el próximo artículo, donde les contaré cómo se celebra Janucá a medida que los vayamos narrando.
Autor: Dr. Liber Aguiar.
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