EL INICIO DE LOS SEFARDITAS.
Vamos a tratar a los sefarditas ahora no por ser menos importantes que los asquenazíes, sino por ser menos complicados y a la vez más trascendentes. Esto último, muy desconocido hoy debido al exterminio mayoritario por el holocausto nazi que los ha silenciado en nuestra historia contemporánea. Para adentrarnos en esta diáspora debemos comenzar con la destrucción de Jerusalén para tener una mejor imagen de su devenir histórico y entender por qué es tan importante y diferente.
La situación para los judíos después del 70 d.C. fue muy distinta a la cautividad que Babilonia les impuso cuando el rey Nabucodonosor, pues no hubo una expulsión de ellos de Judea, Galilea y sus zonas aledañas, sino que por las diferentes presiones de los reinos de turno sobre ellos, fueron llevados a moverse de allí, y cada vez hubo menos presencia judía en la zona. Aunque para ser exactos siempre quedó una presencia de ellos en la región. En general, el movimiento de las distintas diásporas siempre fue mayoritariamente en la zona que abarcaba, desde el oriente, desde la actual Turquía hasta el Golfo Pérsico, y por el sur hasta Alejandría. Es verdad que llegaron hasta regiones más lejanas como la India, Marruecos, Lituania y España, pero la zona de Siria e Irak fue la más próspera y creciente.
Después del año 135, los que quedaron en la nueva zona llamada Palestina por Roma y liderados por los rabinos que son conocidos como los tanaitas, debido a la ausencia del templo y a la necesidad de actualizar su fariseísmo a esa nueva realidad, comenzaron a escribir lo que consideraban más importante de su tradición oral farisea, y que a la vez sería más relevante para sus nuevas prácticas. Esta variedad de escritos que abarcaba todo el periodo del segundo templo (536 a.C. al 70 d.C.) se le llamó los mishnayot (enseñanzas por repetición). Ya para el siglo III d.C., esta variedad de escritos era tan abundante y usada que hubo la necesidad de compilarlos, trabajo que hizo el rabino Yehudá Hanasí, en el texto que se conoce como Talmud Yerushalmi (La tradición de Jerusalén).
Paralelo a este Talmud de Jerusalén, se fue formando otro escrito de carácter legal por los discípulos de Yehudá que se llamó la Tosefta (extensión o adición). Durante años se consideró como una versión inferior al Talmud de Jerusalén, por la forma casi idéntica de su orden, idioma y conceptos. Sin embargo, con el tiempo se entendió que realmente es paralelo a éste con una fuente tan antigua como las mishnayot, representando un mismo pensamiento de base, por eso poco tiempo después ambas se compilaron como una misma obra que se complementan.
Por los siguientes dos siglos, los rabinos conocidos como los amoraim, con la llegada de estas tradiciones desde la Palestina romana a la diáspora del actual Irak, principalmente a Babilonia, trabajaron en este Talmud de Jerusalén para hacerle aclaraciones y ampliaciones, que se le llamaron Gemará (estudiar), porque se aplicaba en esta añadidura la peculiar metodología de estudio judío en forma de debate conocida como Jabruta (compañeros). Así este Talmud de Jerusalén conocido también como Mishná, que fue escrito en hebreo, su Gemará hecha en Babilonia que fue escrita en arameo, y sumado a estos la Tosefta, van a conformar el Talmud de Babilonia (Babli). Y es este compendio de la tradición oral farisea el que va a jugar un papel muy importante en la formación y cohesión rápida de las comunidades que ahora tienen que crecer y sobrevivir exclusivamente como diásporas. A este Talmud pudiéramos encontrarle hoy muchos fallos, e inclusive verlo como un vehículo que ha favorecido el endurecimiento de Israel, pero es imposible no asumir también el reconocimiento de que fue a través de él que Dios ha mantenido a la nación de Israel con una identidad tan clara que eso hace más posible hoy ver la revelación del Mesías para ellos.
Sin desviarnos del tema por lo precioso que puede ser continuar con el Talmud, llegamos al siglo VII, momento en que surge el islam. En esa misma zona y entre las tribus árabes históricamente idólatras hasta ese entonces. Con su sangrienta expansión e imposición de su cosmovisión sobre el imperio cristiano bizantino (imperio romano de oriente), las opciones para los judíos y cristianos que vivían en la zona fueron dos: Quedarse y ser sometidos o humillados como parte de la nueva Ley Sharia (que no permite conversión para estos grupos), o escapar a tierras donde los musulmanes no habían llegado. Unos se fueron, pero otros prefirieron quedarse y continuar desarrollándose, aunque tuvieran que acostumbrarse a la vergüenza de la humillación diaria. Es bajo esta segunda categoría social que muchos judíos llegan a España acompañando a las tropas musulmanas del califato Umayyan, como sirvientes, mercaderes, médicos, etc., integrándose a las comunidades existentes que venían de los siglos anteriores. De los escritores árabes de la época es que podemos saber que algunas ciudades de España ya eran en su mayoría judías antes de la llegada musulmana (Lucena, Granada, Barcelona, Toledo y Tarragona), de ahí que el apóstol Pablo en el siglo I quisiera visitarlos (Ro 15:24,28). Y es a toda la península Ibérica que los rabinos de siglos posteriores van a identificar como Sefarad bíblica (Abd 1:20).
Para finales del siglo VIII, un periodo en que los musulmanes estaban desarrollándose y expandiéndose, las comunidades judías de las ciudades de Sura y Pumbedita en el actual Irak, guiadas por los rabinos conocidos como los geonim, constituyeron dos Yeshivot (escuelas o seminarios) muy importantes. Desde ellas fueron enviados cuatro rabinos con el fin de recaudar dinero a las comunidades del Mediterráneo para ayudar a jóvenes con sus bodas. En el camino, fueron secuestrados por piratas que pidieron un alto rescate, pero como era una suma muy grande, solo tres comunidades pudieron asumir el rescate: Alejandría (a donde enviaron a uno), Tunicia (enviaron a otro) y Córdoba (donde enviaron a dos que eran padre e hijo). En esos lugares en que ellos se establecieron se levantaron los tres principales centros talmúdicos del Mediterráneo. Y en esta sede de Córdoba comenzó el desarrollo intelectual de las comunidades españolas que transformó y enriqueció mucho del acervo judío hasta hoy.
Continuará…
Autor: Dr. Liber Aguiar.
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