La Navidad, con sus luces, villancicos y espíritu festivo, es hoy una de las celebraciones más extendidas del cristianismo. Sin embargo, su aceptación no fue universal en los albores de la Reforma Protestante del siglo XVI. Para muchos de los primeros reformadores, el 25 de diciembre no era la “Misa de Cristo” (Christmas), sino una “Marea de Tontos” (Foolstide), una invención humana ajena a las Escrituras y, para algunos, un remanente pagano que debía ser purgado. El modo en que las distintas ramas de la Reforma abordaron esta festividad revela las profundas diferencias en su visión de lo que debía ser una iglesia “reformada”. Cosa que contrasta con la mayoría de las declaraciones que se oyen dentro de aquellos que se proclaman como contiuadores de esa reforma.
1. Martín Lutero: La Navidad como “Lección de la Encarnación”
Martín Lutero, la figura seminal de la Reforma, adoptó una postura notablemente conservadora respecto a la Navidad. Su principio rector no era eliminar todo lo que oliera a “católico”, sino preservar aquello que no contradijera directamente la Biblia y que pudiera servir para la edificación de la fe. Por lo que su postura debe ser evaluada a la luz de los argumentos con que contaba entonces.
Para Lutero, la Navidad era una oportunidad dorada para la enseñanza. La celebración del nacimiento de Jesús ofrecía un poderoso vehículo para predicar sobre el dogma central de la Encarnación: Dios hecho hombre para la salvación de la humanidad. Lejos de suprimirla, Lutero la abrazó y la revitalizó, fomentando la participación familiar en su celebración. Se le atribuye haber popularizado costumbres como el árbol de Navidad y la figura del Christkind (el Niño Jesús) como portador de regalos, buscando desplazar la devoción a santos como San Nicolás. “Si Cristo no hubiera nacido”, argumentaba, “estaríamos perdidos. Por lo tanto, celebramos su nacimiento con alegría”. Para Lutero y sus seguidores luteranos, la Navidad no era una “marea de tontos”, sino una “marea de gracia”.
2. Juan Calvino: La “Indiferencia”
Juan Calvino, el influyente reformador de Ginebra, representaba un enfoque más austero y estricto. Su Principio Regulador del Culto establecía que la adoración a Dios solo debía incluir lo que la Biblia explícitamente ordenaba. Dado que la Escritura no manda celebrar el cumpleaños de Jesús, Calvino era, en principio, reacio a las fiestas instituidas por la tradición humana.
En Ginebra, la Navidad fue inicialmente abolida como día festivo durante la semana, aunque las predicaciones sobre el nacimiento de Cristo podían ocurrir si el 25 de diciembre caía en domingo o si las autoridades civiles lo autorizaban. La postura de Calvino no era tanto una condena de la Navidad como una “herejía”, sino una indiferencia práctica hacia ella. Creía que todos los días eran igualmente aptos para glorificar a Dios, y que elevar un día sobre otro, fuera del domingo, era una superstición. Su enfoque buscaba despojar el culto de todo lo que no fuera esencialmente bíblico, enfocándose en la Palabra y la oración.
3. Los Puritanos y los Reformados: La “Marea de Tontos”
Donde la oposición a la Navidad alcanzó su punto álgido fue entre los Puritanos ingleses, los Presbiterianos escoceses y otras ramas de la Reforma Radical. Para ellos, la Navidad era una abominación. La calificaron sin rodeos de “Marea de Tontos” (Foolstide), un término despectivo que encapsulaba su rechazo.
Sus argumentos eran contundentes:
- Falta de Mandato Bíblico: No hay ni una sola mención en la Biblia que ordene celebrar el nacimiento de Jesús.
- Orígenes Pagano-Católicos: Veían la Navidad como una amalgama de fiestas paganas romanas cristianizadas por la Iglesia Católica, lo que la hacía doblemente objetable.
- Libertinaje y Excesos: Denunciaban el comportamiento “frívolo, borracheras y juego” asociados con la celebración.
La intensidad de su rechazo llevó a la prohibición formal de la Navidad:
- En Escocia, bajo la influencia de John Knox y la Iglesia Presbiteriana, la Navidad fue prohibida por ley del parlamento en 1560. Esta prohibición se mantuvo con fuerza durante siglos, y el 25 de diciembre no fue reconocido como día festivo oficial en Escocia hasta 1958.
- En Inglaterra, durante el período de la Commonwealth y la República (1649-1660), liderada por Oliver Cromwell, el Parlamento puritano abolió la celebración de la Navidad en 1644. Se ordenó a las tiendas abrir y a las iglesias cerrar en este día, e incluso se imponían multas por celebrar.
- En las colonias de Nueva Inglaterra (Estados Unidos), fundadas por puritanos, la celebración de la Navidad fue no solo desalentada sino ilegal en lugares como la Colonia de la Bahía de Massachusetts, donde se multaba a quien fuera sorprendido festejándola. Esta prohibición se mantuvo formalmente hasta 1856.
Figuras como el teólogo puritano William Prynne escribieron tratados denunciando la Navidad como un vestigio de idolatría. La ironía era que, en su celo por “purificar” la fe, los puritanos a menudo eran vistos como aguafiestas intolerantes por la mayoría de la población.
La compleja y variada respuesta de los reformadores a la Navidad ilustra la tensión inherente entre la tradición y la búsqueda de la pureza bíblica. Mientras que algunos vieron en ella una oportunidad para evangelizar, otros la condenaron como una peligrosa “Marea de Tontos”, un recordatorio y puerta de entrada a las “supersticiones” de las que la Iglesia, según ellos, debía ser liberada.
La historia de la moderna de la controversia navideña es, en muchos sentidos, la historia de la propia Reforma.
Autor: Dr. Liber Aguiar
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