Esta ceremonia de Benei Mitzvá no es una fiesta para impactar a nadie, para desarrollar dotes histriónicos o de diseño de ceremonias, ni para derrochar “gozadera” o disfrutar de la alegría de otros, ni para que nadie (padres, abuelos, familiares o amigos) purgue sus frustraciones juveniles. Esta es una ceremonia de la que se debe estar pendiente con seriedad y responsabilidad, pues puede ilustrar el fracaso no solo de los padres sino de todo el que asista. Como cada actividad humana el peligro de convertir la ceremonia en lo que no es, acompañará a los padres y a los hijos todo el tiempo en que se esté preparando. Por eso hay que tener una conciencia clara de lo que la ceremonia enfoca. Sería horriblemente distanciado del concepto de Benei Mitzvá una celebración llena de materialismo o vulgarismos.
Como se ha dicho una Mitzvá es un mandamiento que tiene su fuente en Dios. Por tanto, cuando se dice Bar Mitzvá no se refiere esto al bar que atiende un camarero en una fiesta, sino a la responsabilidad del joven creyente de llevar en sus hombros los deberes y las obligaciones del pueblo de Dios. Es decir: «Ya sé que se debe vivir como Jesús vivió».
Una ceremonia para un “hijo del mandamiento” puede ser realmente exitosa cuando esa joven persona ha llegado a reconocer su responsabilidad. Todo lo que el mundo oferta en sus fiestas son denominadores muy bajos para distinguir esto.
Como se ha dicho, éste no es un tema para ser tocado a la ligera, en realidad puede estar señalando la insensibilidad espiritual y ningún creyente es inmune a la enfermedad de prioridades torcidas, de confundir esencia con embellecimiento, de permitir que el verdadero significado de los momentos importantes de la vida sea oscurecido por las parafernalias de una celebración que apunta a lo mundano. El equilibrio es imprescindible como en todo lo que viene de Dios, por lo que se hace necesario también evitar caer en una religiosidad o ritualismo que desvíe también el curso de la ceremonia.
Por otra parte, no es necesario tratar de convencer a los invitados de la espiritualidad de la familia. Recuerde que el centro de todo esto es que el joven sepa y sienta que él ha sido educado como un “hijo del mandamiento”. Es él quien debe demostrar a todos (padres, familia, tutores espirituales e iglesia) que es un joven responsable espiritualmente y que está a la altura de poder tomar decisiones muy importantes en el futuro como: arrepentirse, bautizarse, estudiar la Escritura en profundidad, servir a Dios a tiempo parcial o completo, etc.
Autor: Dr. Liber Aguiar
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