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Cómo es y debería ser el discipulado.

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El término discipulado en algunos círculos se ha convertido en sinónimo de enseñanza o educación cristiana, pero no necesariamente tiene que ser así. El significado en estos casos es amplio e inclusivo, porque puede referirse a cualquier tipo de contenido, curso o material de enseñanza. El enfoque del concepto ‘discípulo’ es más limitado y específico, e implica una relación intensiva entre una persona con experiencia con otros. También se le puede llamar: Una relación de mentoría en la que se da una transferencia de sabiduría, conocimiento, experiencia y visión.

En el contexto de profesor-alumno en un aula el enfoque casi siempre es adquirir conocimiento e información, mientras en el contexto de discipulado el enfoque es la formación de principios, valores, visión, objetivos y además conocimiento. O sea, el conocimiento no es el centro, sino más bien la integralidad de los individuos, cosa que incluye en el contexto de un discipulado al profesor y al alumno.

El sistema educativo de hoy día es algo que se ha estandarizado a nivel mundial donde a un grupo, un día, se le ocurrió decir que esa era la manera correcta de impartir las clases y así ha quedado con el paso de los años. Aquí el maestro es el centro del salón de clases cuyo principal objetivo es dedicarse a la instrucción en grupo y donde también se estudia por temas rígidamente. En este contexto normalmente los errores de los estudiantes suelen ser señalados por el maestro y el aprendizaje se refuerza externamente mediante la repetición y las recompensas.

Muy contrario el mejor método educativo sería cuando el tutor juega un papel discreto en el salón de clases, permitiendo así la interacción de los estudiantes entre ellos y con él; presentando actividades a los discípulos y permitiéndoles también seguir sus propios intereses, mientras observa y supervisa el progreso de ellos. El éxito educativo se encuentra en desarrollar una instrucción principalmente individual en la que los tutores o facilitadores trabajando uno a uno con los discípulos, para asegurar que comprendan completamente sus tareas y actividades.

Los estudiantes deben ver al maestro demostrar una actividad al menos una vez, ser animados a realizar esa actividad por su cuenta y a trabajar en resolver cada reto por sí mismos. El tutor debería guiar a sus discípulos hacia la autorrealización y la autocorrección, para que estos sean capaces de reforzar su aprendizaje a través de diferentes métodos aceptados por él mismo.

El maestro se las debe ingeniar para darle un formato a sus clases lo más parecido a la vida real, a lo cotidiano de sus discípulos donde cada uno de ellos estuviera actuando naturalmente y tuviera la opción de aprender al ritmo suyo sin la necesidad de una imposición de la materia y su estandarización.

No hay nada más auténtico que cuando se le permite al discípulo descubrir su verdadero potencial y desarrollar una mente organizada, comprometida y enfocada. Cuando son incentivados para ser curiosos, entonces son aprendices de por vida, buenos ciudadanos, futuros innovadores y líderes capaces de animar al resto.

Autor: Julio Hernández

Para más sobre este tema le recomendamos el Libro VI de nuestro discipulado DAC: Enfrentando los desafíos de la enseñanza

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