El mundo de la educación hoy depende casi en su totalmente de su institucionalismo, porque esta es la característica principal para poder funcionar en el mundo actual. Este institucionalismo al que toda nación ha sometido a sus ciudadanos a través de la legalidad ha traído como consecuencia la obligación de definir, cristalizar y encerrar cada vez más cada uno de sus programas educativos en un sistema cque logre precisamente mantener su legalización y aceptación gubernamental, en vez de adaptarse a la naturaleza humana del estudiante para complir mejor su misión educativa. Si no hace esto, simplemente no pueden existir.
Desde el momento en que esto ocurre la educación empieza a sufrir el golpe más dañino y fulminante que podría recibir y del cual no podrá recuperarse tan fácilmente. En el caso de los sistemas educativos actuales, y hasta el día de hoy, no vemos que lo hayan podido lograr. Este golpe mortal está matando la educación a un ritmo tal, que la mayoría ve a la educación y a las escuelas en general como un mero medio para lograr una autorización en forma de título empapelado, que le permita llegar a ejercer una carrera determinada respecto a un objetivo predeterminado y condicionado por intereses; que lejos de preparar, mal forman y desvirtúan al educando.
En la mayoría de los casos, los estudiantes simplemente se plantean la meta de completar todas las materias ofertadas en el programa de estudio, con el único objetivo de lograr el tan deseado título, pero sin ponerle el empeño debido al aprendizaje que realmente necesitan, ya sea para enseñar a otros o para ejercer debidamente una profesión determinada. Por eso se pudiera decir, sin miedo a equivocaciones, que hoy en día muchos graduados de cualquier tipo de cursos o escuelas lo hacen sin estar listos realmente para accionar lo aprendido. Esto trae como consecuencia que se exponen al campo laboral sin la menor idea de lo que deben hacer, cuando se supone que luego de varios años de aprendizaje no solo deberían conocer sus funciones, sino deberían comenzar a aportar a sus diferentes ramas.
¿Qué sucede en nuestras instituciones que no son capaces de lograr sus objetivos eficazmente? ¿Por qué el estudiante tiene que recibir tantos contenidos “generales” que en la mayoría de las ocasiones no le servirán de nada y simplemente lo llevan por un proceso largo para luego no necesitarlos nunca más? ¿En qué se equivoca la educación actual?
Las respuestas a estas preguntas radican en la incapacidad del sistema educativo a proveer un ambiente de descubrimiento para cada uno de los estudiantes que se adapte a las características de cada uno. Desgraciadamente, esta realidad no tan solo la vemos en universidades e instituciones seculares, sino que también esta presente en los seminarios e institutos teológicos. Es por eso, que los estudiantes se enfocan desde un comienzo en el objetivo principal para ellos: “la graduación”. Sin embargo, la prioridad de todo estudiante debería ser siempre la investigación o descubrimiento de todo aquel contenido que le enriquezca y madure intelectualmente con respecto a sus potenciales.
Desde el momento en que se encierra el contenido en un programa determinado bajo un formato y modo de enseñanza específico, sin tener en cuenta la variedad de voluntades y características en cada estudiante, el resultado será catastrófico porque cada persona aprende de modos distintos en dependencia de las características que el Creador ha puesto en él. Si se desea realmente mejorar el sistema de educación por cualquier institución, se debe comenzar a entender que el aprendizaje depende de las habilidades y capacidades de cada persona.
No todos los estudiantes tienen las mismas preguntas ante un contenido determinado, ni las mismas conclusiones, ni el mismo interés. Entonces, si no se les crea la posibilidad de explorar cada una de sus inquietudes y curiosidades, simplemente obtendrán información que no sentirán como necesaria, por lo que no podrán procesar ni analizar en correspondencia a sus maneras de razonar. Así todo el contenido termina siendo inútil para ellos. Tener un programa rígido, es como lanzar una piedra a decenas de botellas distantes la una de la otra, con el objetivo de romperlas todas con un solo lanzamiento. Eso nunca será posible.
La manera más eficiente de educar se encuentra en proveer la posibilidad de que cada individuo pueda encontrar e investigar las preguntas que un tema determinado le provoque. Cuando el estudiante puede ir descubriendo según su manera de análisis cada proceso, su cerebro irá creando las redes necesarias para que ese contenido o tema pueda ser fijado correctamente según su característica individual. Para eso, el maestro o tutor debe estar dispuesto a prestar todo el tiempo y la paciencia necesaria para responder con sabiduría, estimulando la investigación y el descubrimiento de todo el contenido que esté en discusión y que conlleve a su vez al estudiante a interesarse mucho más por él mismo, tratando de llevarlo hasta donde se sienta satisfecho.
La educación debería enfocarse para un mejor resultado, en proveer información que alimente el interés de cada estudiante, de manera que este sienta la voluntad y curiosidad de indagar y descubrir toda la información posible respecto a sus capacidades ya sea por edad o por acceso de información. Cuando un estudiante puede ir descubriendo las respuestas a todas sus preguntas, y junto con esas respuestas recibir otras interrogantes, la constante búsqueda y el descubrimiento de nuevos contenidos lograrán una cadena de aprendizaje que no tan solo fortalecerán y crearán un fundamento eficiente en el individuo, sino que también será de satisfacción y disfrute.
Entonces, cuando una persona disfruta este proceso, podrá aprender cualquier tema y acumular una cantidad de información inimaginable que le permitirá no tan solo satisfacer sus necesidades, sino también ayudar a otros a su alrededor.
Autor: William Salazar
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