¿Por qué esmerarnos en discipular a nuestros hijos? Aunque parece una pregunta con una respuesta obvia debemos entender que ha sido uno de los retos más grandes para los creyentes en Jesús a lo largo de la historia. Esto se debe a que en la primera generación de convertidos en una familia hay un rechazo tan grande al pecado por la experiencia vivida, que estos no necesitan muchos detalles para rechazar lo que oferta el mundo. Para ellos abrazar el cristianismo responsablemente muchas veces es más fácil porque ven muy claro la línea de demarcación entre la santidad de la nueva vida y el secularismo mundano. Sin embargo, en el caso de las segundas generaciones (los hijos de los creyentes), este rechazo a lo que el mundo oferta les viene por referencia, cosa que les limita en comparación con los anteriores a ver el Camino de forma clara y seguirlo. En la mayoría de los casos la pecaminosidad del mundo se vuelve en una especie de “fruta prohibida” que todos quieren degustar.
Es más que claro lo importante que ha sido para cualquier creyente el arrepentimiento, pero cuando alguien que ha nacido dentro del seno de la iglesia se enfrenta a esta cuestión, la pregunta que la mayoría hace es: ¿De qué tengo que arrepentirme si en mi casa yo he crecido en bendición y haciendo todo lo que a Dios le agrada? Si esta pregunta y su implicación no es entendida, en primer lugar, por los padres y por todos los que les están discipulando, la respuesta que precisa esta nueva generación quedará sin sentido para ellos.
Hay que entender y enseñarles que todo aquello que aparezca en su caminar y le aleje de la voluntad y propósito de Dios, sobre todo después de haber conocido a través de sus padres lo que es andar a la sombra y abrigo de Él, eso es pecado y precisa de arrepentimiento.
Paralelo a esto, se debe entender que el mundo se ha encargado de tener su propio pregonero para llegar e influenciar a esa generación: El sistema educacional actual; cuyo tiempo de influencia sobre ellos es casi imposible emular. Y por favor, permita hacerle una observación: Esto incluye a las escuelas cristianas. Ante esta realidad es posible que algunos se alarmen. Y sin entrar a cuestionar si una escuela X es cristiana o no, cosa que realmente puede ser también, se debe entender que bajo los estándares legislados de hoy toda institución educativa debe enseñar o dar prioridad a las materias que el sistema considera útiles para la educación de las nuevas generaciones. Y si peor aún, dicho sistema tiene valores humanistas dictados por el ateísmo y el paganismo, entonces las nuevas generaciones crecerán bajo una poderosa acción de esa mala influencia.
Dios, que nunca ha estado ajeno a esta realidad, le dio a la iglesia desde los tiempos antiguos el recurso de educar a los hijos para que crecieran en la fe. Y si tienen que recibir esa influencia secular, pues que también puedan tener los recursos aprendidos en el hogar y apoyado por la comunidad de hermanos de fe que les ayude a contrarrestar o filtrar lo que el mundo les destila. A este método educacional basado en el ciclo de la vida, que se extiende desde el embarazo mismo (pasando por varios segmentos de la vida en esos inicios) hasta llegar a la pubertad, se le llamó en el contexto cultural que nació bajo la influencia bíblica Benei Mitzvá, que significa ‘hijos del mandamiento’. Por eso usted encontrará en nuestra web el discipulado DIC-DAC (wayupcoop.com) que se extiende desde una educación para párvulos, hasta una instrucción avanzada para servir a Dios.
Autor: Dr. Liber Aguiar.
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