La interpretación común que se tiene hoy del “octavo día” en el cristianismo primitivo es que simplemente se refiere al primer día de la semana (el domingo), el día de la resurrección de Cristo, y que esta observancia reemplazó directamente el Shabat judío. Sin embargo, un análisis riguroso de los textos antiguos, despojada de presuposiciones posteriores, revela una concepción mucho más profunda y apocalíptico-escatológica: El “octavo día” como un nuevo estatus de existencia, una era que trasciende el tiempo y el ciclo de la creación antigua.
Desafiando el Paradigma “Octavo Día = Domingo Litúrgico”
Es fundamental cuestionar la equivalencia automática. Si bien es cierto que el texto bíblico nos presenta a los cristianos reuniéndose en el “primer día de la semana”, como sugieren Hechos 20:7 y 1 Corintios 16:2, no lo define como día exclusivo de reunión ni de cese de labores. El primer texto apunta a la noche después de terminar el dia de Shabat, reunión conocida hoy como Havdalá. Y en el segundo texto, trayendo una recomendación paulina de cuándo empezar a separar el dinero para que cuando llegue el Shabat se haya sacado el dinero del jornal diario. La identificación de este día con el “octavo día” es una capa teológica que merece un escrutinio más allá de la mera cronología, pues el hecho de contar con este concepto en la pluma de los escritores cristianos primitivos indica la importancia que representó para ellos. Y, aunque este paradigma que se ha creado tiene como base aparentemente lógica la resurrección de Jesús, los Evangelios señalan en realidad que Él fue encontrado resucitado “el primer día de la semana”; no afirman explícitamente que “resucitó el domingo” (le invitamos a ver la serie en YouYube de La Biblia Bien Leída). La Didaché, por su parte, habla de reunirse “en el día del Señor” (κυριακή), un término que se consolidaría para el domingo, pero ni siquiera usa “primer día de la semana” o “octavo día”, o sea que el prejuicio con el tiempo le ganó a lo que el texto dice literalmente.
La frase clave en la Carta de Bernabé 15:8 es el punto de partida para esta discusión:
“Por lo cual también celebramos el octavo día con gozo, en el cual también Jesús resucitó de muertos y, habiéndose manifestado, subió a los cielos”
(διὸ καὶ ἄγομεν τὴν ἡμέραν τὴν ὀγδόην εἰς εὐφροσύνην, ἐν ᾗ καὶ ὁ Ἰησοῦς ἀνέστη ἐκ νεκρῶν καὶ φανερωθεὶς ἀνέβη εἰς οὐρανούς).
Aquí, el término “octavo día” es intrínsecamente problemático si se interpreta solo como una medida calendárica. En primer lugar un “octavo día” no existe en una semana de siete días, o sea que no sería una frase fácil de entender, cuando sería mejor decir “el primero día de la semana” simplemente. Por otra, el escritor sugiere que en ese día resucitó, fue revelado y ascendió a los cielos Jesús, cosa que sabemos no pasó en ese día. Esto nos obliga a buscar un significado simbólico y trascendente.
El Octavo Día como Trascendencia del Tiempo de la Antigua Creación.
El simbolismo del “octavo día” emerge poderosamente del contraste con el “séptimo día”, el Shabat de la primera creación. El Séptimo Día (Shabat) pone fin al ciclo de seis días de la creación. Autores como el escritor de la Espístola de Bernabé en este mismo texto (15:1-7) y Justino Mártir en su Diálogo con Trifón, reflexionan sobre este Shabat. Para el autor de Bernabé, el Shabat profético de Génesis 2:2 (“Y descansó Dios en el día séptimo”) no es una mera observancia ritual, sino la culminación de un ciclo de seis mil años de creación y el reposo divino para su pueblo, que solo podrá entrar a este Shabat si lo santifica con manos y corazón puros. Sin embargo, este reposo del séptimo día no es el final, es solo el reposo que da entrada al nuevo mundo, refiriendose a cielo en que Moisés vió el tabernáculo.
El “octavo día” irrumpe precisamente más allá de la perfección del siete y representa un Nuevo Comienzo. El Octavo Día es, por tanto, el comienzo de la Nueva Creación. No el “primer día” de una nueva semana cualquiera, sino el inicio de una nueva era, un nuevo “mundo”. Es el día en que la creación de Dios es renovada y trascendida por el poder de la resurrección. Bernabé explícitamente vincula este “octavo día” no solo con la resurrección, sino también con la manifestación y ascensión de Jesús. Esta condensación de eventos, que el canon de Hechos separa por 40 días, no es una imprecisión cronológica, sino una declaración teológica radical: La obra completa del Mesías (su victoria sobre la muerte y su exaltación) inaugura este “octavo día”, esta nueva era. No es que la ascensión ocurrió en el octavo día de la semana literalmente, sino que la realidad del “octavo día” se establece por estos eventos.
“Nosotros Guardamos el Octavo Día”. Cuando Bernabé dice “nosotros ἄγομεν (ágomen) el octavo día”, no está necesariamente prescribiendo un día semanal fijo de reunión. En cambio, sugiere que los cristianos “viven” o “participan” en esta nueva realidad escatológica y espiritual del “Octavo Día”. Es una celebración de que, por la obra de mesiánica, la comunidad ya ha sido introducida en este “Octavo Día” de la Nueva Creación.
En este contexto el “reposo” del que habla Hebreos al citar el Sal 95 (la menujá) no es un descanso del trabajo, sino el descanso espiritual en la Salvación, la entrada en la plenitud de Dios. Este “descanso” especial es precisamente el contenido del “octavo día” en el nuevo mundo.
Las reuniones futuras, pero desde tiempo tan temprano como el de Justino Mártir en el “primer día de la semana” (domingo) se convirtieron, en esta lectura, en la expresión comunitaria y la conmemoración periódica de que los creyentes ya están viviendo en esta realidad del “octavo día” espiritual, un tiempo que trasciende la secuencia cronológica de los siete días. No es que el domingo sea el octavo día literal, como muchos comenzaron a interpretar al punto de abarcar al 99% de la cristiandad, sino que el domingo comenzó a mal simbolizar y hacer presente en la mente liturgica la realidad del “Octavo Día” apocalíptico y escatológico.
Conclusión
El argumento de que el “octavo día” para los primeros cristianos era simplemente el domingo litúrgico y un reemplazo directo del Shabat es una simplificación que no captura la riqueza teológica de los textos primitivos. La Carta de Bernabé y otros Padres Apostólicos nos invitan a comprender el “Octavo Día” como un concepto apocalíptico y escatológico: una nueva era de la creación y la salvación inaugurada por la resurrección y exaltación de Yeshúa. Los cristianos primitivos no solo “guardaban un día” en el calendario semanal llamado Shabat, sino que celebraban también su entrada en una nueva realidad atemporal y espiritual, un “reposo” trascendente en los cielos llamado “Octavo Día”. Ahora el hombre regenerado podía santificar y vivir en el verdadero séptimo Día creado por Dios para él, y además entra en el “Octavo Día” que iba más allá de la realidad física que conocía, un día atemporal para vivir en la eternidad aun andando en su presente.
Autor: Dr. Liber Aguiar
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