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Porción 120

Texto áureo: Deuteronomio 14:1-21
Lecturas para adultos en la semana

Día 1 Deuteronomio 14:1-21.

Día 2 1ªCrónicas 17.

Día 3 Salmo 104.

Día 4 Jeremías 3-5.

Día 5 Lucas 6:12-26.

Día 6 1ªJuan 5:1-12.

I- Hijos de Dios.

El ser denominados «hijos de Dios» implica una designación que recuerda al pueblo su responsabilidad y compromiso en servir al Rey que a la vez es también su Padre. Realmente es un privilegio ser llamados hijos de Dios por Él mismo, porque eso define el tipo relación que se tiene. En esta, Él es el gran Padre que sostiene, cuida, preserva, libra de las situaciones inesperadas y está pendiente de sus hijos; mientras nosotros le amamos, respetamos, deseamos sus planes y buscamos su voluntad.

Los hijos de Dios representan la imagen de Quien los engendró, porque tienen su naturaleza. De la misma manera que un animal representa el género de aquel que le engendró, así los hijos de Dios tienen la imagen espiritual de su Padre celestial (Jn 1:12-13).

Paralelo a este uso del término que define el tipo de relación con Dios, también está el hecho de permitir establecer una diferencia con otros usos: el de hijos de maldad[1], hijos de iniquidad[2] e hijo rebelde[3]. Los cuales, como el nombre indica definen otro tipo de relación, una que es traidora, pecaminosa e individualista; que constantemente trata de altercar con el Creador.

II- El Padre no prohíbe lo absurdo.

Hay muchos que objetan con respecto a las prohibiciones que Dios hace de la ingesta de algunos animales, pero la realidad es que no hay ningún avance científico con respecto a algún efecto dañino de estos alimentos en el hombre[4], sin embargo, esto no significa que no exista tal daño, solo que hasta el momento no se ha descubierto. La ciencia nos tiene acostumbrados a postular “verdades” que después reconsidera y simplemente postula lo contrario a lo que antes había dicho[5].

Con respecto a este tema alguno alegará que en el Nuevo Pacto este tema quedó esclarecido al permitirse que ya se puede comer de estos animales, pero la realidad es que la mayoría de los textos usados para esto en realidad están muy descontextualizados y basado en una exégesis muy pobre[6].

Otra instrucción que Dios transmite en este texto es con respecto a no hervir la carne del cabrito en la leche de su madre, lo que encierra un mensaje de moderación muy especial para nosotros. Un pueblo santo debe tener control acerca de determinadas costumbres que, aunque pueden ser social o familiarmente aceptados, sus prácticas se salen del orden del equilibrio y arrastran psicológicamente a la morbosidad y crueldad. Esta mala actitud también tiene la capacidad de estimular la autocomplacencia de la arrogancia, al creerse superior por hacer con ese algo lo que se quiera, cuando lo que debe estar pensando y valorando siempre es cómo favorecer y enriquecer su entorno de santidad, pues él ha sido puesto por Dios en este mundo como administrador de todo lo que reciba su influencia y no para que se vanaglorie de su superioridad.

Preguntas:

1.- Si un vecino suyo conversando le dice: «Yo conozco en este barrio lo que piensa el hijo del carpintero o el hijo del plomero, pero usted ¿en qué piensa siempre?», ¿cuál sería su respuesta?

2.- Cuando Jesús respondió a Satanás en el desierto siempre utilizó la frase: «escrito está». ¿Qué implicaciones encuentra usted en esa declaración?

 

[1]   Jr 32:32.

[2]   1Cr 17:9

[3]   Ez 2:8

[4]   Dios da la clasificación de los animales que se deben comer y los que no. Curiosamente, con todo lo que la ciencia ha avanzado hasta aquí con respecto a las características de estos animales, esta afirmación bíblica sigue siendo una clasificación exacta. ¿Cómo explicar este conocimiento de Moisés sin la intervención divina?

[5]   Un análisis místico que trata de argumentar el porqué de la obediencia literal de este mandamiento se encuentra entre los judíos cabalistas, en donde plantean que la causa la inmundicia de estas especies se encuentra en una sustancia semi-espiritual llamada Klipá que se haya en ellos y que favorece la corrupción espiritual del hombre. Según el judaísmo exotérico desarrollado en la época medieval (enseñanzas no aceptadas por el autor de este discipulado), la Klipá, que significa ‘cáscara’, es la fuerza de defensa que cubre al ego, protegiéndolo de no ser destruido por la propia persona en su caminar hacia el descubrimiento del “yo” interior, su esencia vital o espíritu, con el fin de parecerse al Creador en su imagen. Tampoco se está sugiriendo en este material, favorecer a aquellos que consideran que es lícito por la actualización mesiánica comer toda clase de alimentos al pertenecer estos mandamientos al conjunto de los jukim, como tampoco se trata de favorecer a aquellos que consideran que es una prohibición permanente. Debido al nivel de esta discusión, y para los objetivos de este discipulado, el autor considera que esta es una decisión particular que debe basarse en la experiencia y el estudio de cada hermano.

[6]   Por la abundancia de argumentos que demanda este tema, se prefiere en este libro alentar a cada hijo de Dios a profundizar en este tema desde una exégesis gramatical basada en el texto griego.

 

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