La palabra inspirada por Dios, la Biblia, no solo nos brinda el poder para fortalecer nuestro espíritu, sino que también nos nutre con enseñanzas y frases capaces de llenarnos de aliento y esperanza. Sus 613 mandamientos ofrecen al ser humano la guía para dirigirse hacia Dios (antes de la llegada mesiánica) y las leyes para convivir en sociedad (más ahora que tenemos la Salvación y al Espíritu).
Una sociedad que coloque a Dios en primer lugar y se rija por sus disposiciones tendrá valores fuertes y un sistema de leyes perfecto para sostenerse.
En un periodo histórico, la Reforma Protestante en el norte de Europa enfatizó que la Biblia era la autoridad final. Aunque el ciudadano común se liberaba del poder gubernamental arbitrario, es importante señalar que estas personas no tenían a Dios en primer lugar, lo cual implicaba que esta parte de la sociedad iba incorporando valores basados en su forma humanista de ver la vida y en los pensamientos filosóficos que regían la sociedad, alejándose cada vez más del ser que los creó y de los preceptos y estatutos que Él nos dio en su palabra.
La obra de Samuel Rutherford, «Lex Rex» (1644), proporcionó al pueblo una base para el control político de su soberano, una libertad sin caos, en lugar de un gobierno arbitrario del hombre. Esta obra influyó significativamente en la constitución norteamericana y, lamentablemente, hoy en día muchos han olvidado esa influencia y han apartado el absoluto moral que Dios nos brinda en su ley.
John Witherspoon, presidente de la Universidad de Princeton y signatario de la Declaración de Independencia, fue un seguidor fiel de la obra de Rutherford. Aunque no todos los fundadores de los EE.UU. eran cristianos, lo que fomentaron descansaba en la Reforma Protestante a través de la obra de Rutherford.
Tomas Jefferson, otro signatario de la constitución y su principal artífice, adoptó las enseñanzas cristianizadas y secularizadas de John Locke, un filósofo inglés que enfatizaba los derechos inalienables, el gobierno por consenso, la separación de poderes y el derecho a una revolución. Locke, aunque carecía del fundamento cristiano de Rutherford, partió de él y lo secularizó. Fue el padre del empirismo, un movimiento filosófico que afirmaba que la única fuente de conocimiento era la experiencia sensorial y que la razón ordenaba lógicamente lo percibido a través de los sentidos.
Con toda esta filosofía creada por el pensamiento humano y basada en lo que el hombre puede lograr por sí mismo, sin tener en cuenta al Creador y las leyes que Él ya le había dado al hombre, todo emprendimiento, ya sea individual o social, estará condenado al fracaso. Es simple, el hombre, al intentar demostrar que puede hacer las cosas como si él se hubiera creado a sí mismo, queda totalmente en ridículo ante las situaciones de la vida, ignorando en su incapacidad que debe contar con EL que lo creó. Resumiendo, el hombre que se cree suficiente en su ser no hará más que atentar contra sí mismo y toda sociedad que decida crear.
La constitución de los EE. UU. se considera por muchos como un ejemplo para el mundo, al defender la libertad de sus ciudadanos con un compendio de leyes que los benefician. Sin embargo, sería aún mejor si esta constitución se hubiera basado explícitamente en la Palabra de Dios y hubiera tenido en cuenta los cambios futuros, no solo en cuanto a dinámica social sino también en cuanto a cosmovisión de la sociedad. Por ejemplo, hoy en día, aunque sabemos a qué Dios se referían ellos, su ambigüedad es manipulada por aquellos postmodernistas que plantean que se habla allí de un dios universalista que tiene diferentes nombres según la cultura en que se esté, incluyendo a las más paganas, cuando sabemos claramente que el Dios de la Biblia rechaza la idolatría y no acepta que el hombre desarrolle este tipo de creencias. Qué diferente sería la situación actual si tan solo se hubiera definido esto y toda la sociedad tuviera claro la necesidad social de ser guiados por el único Dios prexistente, que creó los cielos y la tierra, y que se reveló a través del pueblo de Israel llegando a encarnarse en su Mesías. Qué diferente sería la vida del hombre en este mundo si disfrutara del regalo que DIOS nos dio al crearnos, y no como otro animal más, sino a su imagen, conforme a su semejanza y pudiéramos decir que realmente le amamos, si nos guiáramos por Él.
Autor: Efrén Martínez
0 comentarios