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LAS DIASPORAS -6 Parte

BLOG, Historia, judaismo

EL DESTINO DE LOS ANUSIM. 

Como hemos visto, el período árabe de Al-Ándalus fue muy próspero tanto para los musulmanes como para los cristianos y los judíos. Sin embargo, varias cosas atentaban contra el cristianismo de la época, entre ellas, el celibato católico.

Tanto los imanes como los rabinos tenían una vida normal y, además, podían procrear, mientras que los sacerdotes cristianos debían aislarse en vidas monásticas y, además, no podían contraer matrimonio y, por lo tanto, no tenían hijos. Y aunque la sabiduría y la preparación ministerial no son por herencia en ninguna de las tres religiones, tanto los imanes como los rabinos podían influir más a través de una vida social más cercana al pueblo, y más aún sobre sus hijos y allegados.

Esto, junto a un sistema educativo muy bien diseñado y efectivo, producía un grupo grande judío muy bien preparado que influenciaba socialmente mucho más que el cristianismo católico. Realmente, la influencia cristiana era más bien a través del miedo. Y aunque los judíos nunca fueron la clase dominante, siempre fueron muy útiles tanto para los poderes católicos como musulmanes, gracias al éxito en áreas como el comercio, las ciencias y la administración. Esto pudiera parecer bueno, pero a la vez creaba una imagen vasalla de los judíos. Así que, cada vez que se quería atacar al poder de turno se hacía a través del ataque a los judíos.

Con la creciente pérdida del control musulmán sobre los territorios españoles, comienza a aparecer cada vez más una investida cristiana contra los judíos. El maltrato, los saqueos, la manipulación e inclusive las masacres, como la ocurrida en Sevilla el 6 de junio de 1391, donde más de 10,000 fueron asesinados, fueron la marca distintiva de esta investida.

Ante una situación tan difícil, y que las comunidades judías no conocían desde su llegada a España, la solución encontrada por muchas familias fue la conversión a la fe católica. Así comienza lo que se conoce como la «conversión forzada no oficial”. Que no por tener un estatus «no oficial» dejó de ser a gran escala. Esto, junto a los ataques sangrientos, trajo como consecuencia la desaparición simultánea de varios barrios judíos (juderías) en diferentes ciudades.

Con la derrota final del imperio musulmán la densidad poblacional islámica descendió casi totalmente, cosa añadió más fuego a la relación de tensión que había del catolicismo contra los únicos “enemigos” que les quedaban en la zona: los judíos. Y aunque muchos habían hecho la conversión para salvarse y otros porque en realidad les atraía el cristianismo, nunca pensaron en la obligatoriedad de dejar también sus costumbres judías, cosa que para el catolicismo era indiscutible también y si no se consideraba hereje. Así que en 1482 se instaura la mesa inquisidora con el fin de extirpar todo tipo de vestigio de cualquier cultura que no fuera la católica a la española.

Si nunca había comido cerdo, como mismo los occidentales no comemos perros, ellos ahora debían comenzar a comerlo, sobre todo publicamente en los festivales. Lo mismo sucedía con la circuncisión que debían abandonarla; la oración no podía ser al estilo judío aunque lo hicieran en el nombre de Jesús; el shabat debía ser olvidado; los nombres debían ser mayoritariamente neotestamentarios como Pedro, Pablo o Juan; no podían leer más la Biblia en hebreo, sino debían ir a las catedrales para escucharla en latín, aunque no lo entendieran.

Toda esa situación hizo que el judaísmo se borrara totalmente de la mente de esas familias que fueron forzadas a la conversión (los anusim). Muchos creyeron que sería un tiempo corto y que todo volvería a la normalidad, pero la realidad fue que en unas pocas generaciones ya no quedaba entre ellos nada de su memoria histórica. Es así como hoy en día, los que conocemos un poco más la cultura judía, podemos ver muchos vestigios de algunas costumbres imposibles de erradicar de cualquier cultura, pero con ninguna conexión consciente con esa ascendencia familiar.

Por ejemplo: Cuando se hierve la leche se hace en un recipiente diferente a cualquier otro alegando que la leche corrompe, o la costumbre de tocar madera para prevenir que las cosas salgan mal, o algunas canciones que solo cambiaron parte de sus letras como aquella de la boda del tío Perico, o el besar un pedazo de pan y botarlo antes de comer el resto, o el lavarse las manos antes de comer no como higiene solamente sino más allá como si fuera una ofensa al resto de los comenzales, y muchísimas otras.

Un gran número de estos anusim se movieron al nuevo mundo, a países como Cuba, Puerto Rico, Venezuela, México, Colombia, y otros. Sin embargo, casi ninguno de ellos logró zafarse del miedo que producían las mesas inquisidoras, que también se movieron a la nueva región. Así que no hubo retornos de esos anusim a sus raíces culturales, hasta principios del siglo XX, con la llegada a América de los sefarditas y los asquenazíes, y bajo un nuevo contexto de modernidad en que muchos comenzaron a analizar la historia no católica de sus ancestros.

En otro artículo, estaremos tratando el tema de los sefarditas, aquellos que decidieron salir de España y renunciar a todo, con tal de no abandonar su judaísmo.

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